1. Función de relación con lo que nos rodea

Gracias a las emociones nos relacionamos con las cosas que nos rodean y nos orientamos hacia las cosas que nos producen gratificación y nos alejamos de lo que nos resulta negativo o desagradable.

Aunque nos pase inadvertido, no hay conductas sin que existan detrás las emociones correspondientes. Por ejemplo, la indiferencia ya denota una emoción determinada en nuestra relación con algo concreto.

2. Función de vigilancia y adaptación

Nuestro sistema emocional evalúa y vigila automáticamente el entorno para detectar los peligros (preferentemente) y las oportunidades que nos rodean.

La medida de evaluación que utiliza es el conocimiento de nuestros motivos, necesidades, intereses, objetivos, deseos, puntos fuertes y debilidades, nuestras experiencias y nuestros condicionamientos…

En función de ellos tomará decisiones sobre qué emoción será la que informará a nuestro organismo de cuál es la respuesta más adecuada o adaptativa ante esa situación.

La intensidad de la respuesta emocional será una señal indicativa para reaccionar con más o menos urgencia e impulsividad en relación con la emergencia evaluada por nuestro sistema emocional, sin dar ni siquiera tiempo para llevar a cabo un procesamiento racional de lo que ocurre.

Las situaciones que generalmente disparan las distintas emociones tienen que ver con acontecimientos relacionados con la supervivencia física, nuestras necesidades afectivas, y la defensa de nuestra propia imagen personal y social.

Como en la sociedad actual, las situaciones en que queda en entredicho la supervivencia física son un tanto restringidas, cada vez son más numerosas las situaciones que ponen en juego cuestiones personales, afectivas y de interrelación social haciendo que nuestra vida emocional gire sobre todo alrededor de nuestra adaptación psicosocial y nuestra construcción autobiográfica.

3. Función de salvaguardia y protección

Paradójicamente, el sistema emocional puede también cumplir funciones de protección ante aquellas informaciones emocionales negativas muy dolorosas.

Para ello a veces enmascaramos emociones negativas que operan de forma inconsciente en otras totalmente distintas en el nivel más consciente.

Por ejemplo, un profundo sentimiento de odio a nivel inconsciente se puede racionalizar como indiferencia que es una emoción más tolerable desde el punto de vista social, o el amor no correspondido se puede presentar racionalmente como odio para soportar mejor el sentirnos rechazados. También podemos utilizar otros mecanismos defensivos como la negación y el olvido de experiencias desagradables.

Esto no significa sin embargo que los procesos emocionales inconscientes no sigan funcionando, al margen de nuestro sistema consciente y se manifiesten de alguna manera tanto en nuestras respuestas psicofisiológicas como en nuestras conductas, pudiendo incluso llegar a producir problemas psicosomáticos.

4. Función de ordenación y valoración personal de la realidad

Las emociones permiten realizar una selección de la realidad al fijar el valor y la prioridad que le asignamos a las cosas que nos rodean.

Así, organizamos y vamos construyendo a lo largo de nuestra historia un sistema de valores personal y único (aunque muchos de esos valores sean socialmente compartidos), que nos orienta sobre la experiencia emocional y la conducta a seguir en nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás.

Si esa escala de valores singular se torna demasiado rígida e inflexible en la relación con el contexto puede producir una disminución de la funcionalidad adaptativa y orientadora de las emociones, produciendo a su vez un intenso malestar emocional.

5. Función subjetiva de la emoción

El sistema emocional proporciona a cada individuo la posibilidad de desarrollar un repertorio emocional propio y singular de acuerdo con patrones heredados y las experiencias aprendidas.

Así pueden existir matices emocionales diferentes según cada persona e incluso emociones nunca experimentadas por nosotros.

Además, cada persona experimenta las emociones desde un carácter interno e íntimo no compartido a priori por los demás.

6. Función de coordinación de los distintos sistemas de respuesta del organismo

Las emociones propician diversas posibilidades de acción, además de proporcionarnos el soporte fisiológico necesario para llevar a cabo la conducta adaptativa correspondiente a las demandas ambientales.

Cada emoción actúa así internamente en nosotros produciendo una señal que moviliza de forma coordinada las distintas respuestas del organismo (respuesta fisiológica, conducta externa y sentimientos subjetivos) necesarias para afrontar de forma adecuada la situación.

7. Función autorreguladora de la emoción

Las emociones cumplen una función de autorregulación interna al permitirnos reconocer cognitivamente nuestra propia experiencia emocional y darnos retroalimentación sobre ella para responder si es necesario, con nuevas emociones y conductas más adecuadas de acuerdo a nuestros propios valores.

La vergüenza o la culpa son ejemplos de emociones que cumplen esta función reguladora.

La autorregulación interna de las emociones nos proporciona la capacidad para tener una conciencia de nosotros mismos y nos brinda la oportunidad de poder tener cierto control sobre nuestras emociones y conductas, adaptándolas a nuestra conveniencia. De esta manera podemos controlar nuestra expresión emocional según lo consideremos oportuno, desde no expresar las emociones hasta exagerarlas o incluso simularlas.

La posibilidad de ejercer esta autorregulación interna de las emociones establece las bases para el autocontrol emocional.

8. Función motivacional

Las emociones que sentimos nos predisponen u orientan a que movilicemos todos los recursos de que dispongamos ante nuestras necesidades y deseos e implica un proceso de activación para orientarnos o alejarnos de los acontecimientos.

También evalúan esas necesidades y deseos dándoles una prioridad a la hora de movilizar esos recursos.

9. Función social de la emoción

Relación social: las emociones nos orientan en nuestra manera de relacionarnos socialmente y en las reacciones de los demás ante nosotros.

Expresión social de nuestros estados emocionales: aunque las emociones tienen un carácter privado e íntimo tenemos la capacidad de poder comunicar nuestros estados emocionales. Esto proporciona una valiosa información a los que nos rodean de cómo nos sentimos ante los acontecimientos y conductas de los demás.

Regulación de los comportamientos de los demás hacia nosotros mismos: esto a su vez facilita la regulación de los comportamientos de los demás hacia nosotros mismos, bien respondiendo a nuestras necesidades, cambiando sus comportamientos, entendiendo como nos sentimos… o bien mediante el rechazo.